lunes, 3 de junio de 2019

Ciudad que educa

El presente texto no tiene un fin académico. Pienso que su intención es enriquecer ciertas narrativas vinculadas a las pasiones y a los sueños que, por muy idealistas suenen, pueden explorarse y escribirse sin límite alguno.

Hace algunos días, en un taller, me pidieron que describa cómo sería la educación soñada en nuestro país. Tarea no tan fácil, la verdad, en especial, si tenía solo 10 minutos para escribir, ya que existen muchos factores complejos si hablamos de Educación en el Perú. Pese a ello, decidí tomar el reto y lanzarme “a ver qué pasa”, “a ver qué sale”. Y así fue. Me zambullí en mi mundo onírico y escribí como quien extrae un poquito de su alma al papel. Parte de ese recuerdo, a modo de boceto, quiero expresarlo, a continuación:

“Quiero empezar con la escuela. Me imagino una escuela al aire libre, en donde muchas de las clases y proyectos sean en la calle y algunas cosas se complementen en aulas de clase para afinar ciertas cosas. Me imagino a distintos grupos de estudiantes, en su horario escolar, siendo acompañados por dos maestr@s, quienes son parte de sus aventuras y juegos en la calle y se trasladan de un lugar a otro, según los intereses de sus estudiantes, a experimentar distintos oficios, centros, museos, calles, personas, para poder construir y fortalecer sus proyectos e ir creciendo poco a poco como seres humanos. Me imagino la valoración de espacios más informales, rompiendo un poco esta mirada de aprenderlo todo en la escuela con la típica estructura de clase. Este escenario de ver a l@s estudiantes con mayor frecuencia en la calle podría servir para inspirar el establecimiento de normativas en la ciudad en torno al comportamiento de la gente. Siendo conscientes de que son l@s niñ@s y l@s jóvenes que aprenden en la calle, habría que buscar la forma de ‘ponernos junt@s la camiseta’ por ser una ciudad que educa, en donde los enfoques que tanto se hablan en el currículo escolar (enfoque de género, enfoque ambiental, enfoque de derechos, etc.) puedan cobrar vitalidad desde la labor de tod@s en lo real. La frecuencia de la escuela de la calle podría servir de inspiración para ganar mayor seguridad en la ciudad, mayor respeto al otro, etc., y generar planes que nos permitan dar cuenta que son personas las que se están educando, mas no sujetos que estarán aptos para un mercado y que aprenden para ser competentes en este.”

Lo anterior son bocetos, son intentos de sueños, deseos y el buscar que la calle también puede ser un espacio para transformar el mundo desde el acto de educar. E, independientemente de que esté bien o no, se concuerde con todo o no, si lo escrito está situado en un mundo urbano o rural, creo que lo más importante es permitirnos soñar un poco y cuestionar lo que también aquello que no nos convence, lo que creemos que puede mejorar, lo que anhelamos desde lo más profundo de nuestro corazón. Y, por qué no, darnos la licencia de “botar” lo que sentimos sin ningún juicio de valor, en especial, si somos apasionados a lo que nos dedicamos y, en especial, al tratar de soñar un mundo cada vez mejor.






Autor: Enrique Huarcaya (miembro de MW)

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